Cuando Òsànlá estaba trabajando en la creación de los Seres Humanos, Orunmilá (que pensaba partir para el mundo de los humanos) le pidió a éste que le concediera un hijo. Al tiempo éste pasó por el palacio de Òsànlá y vió con sorpresa que éste aún no había terminado su encargo, algo típico en Òsànlá, quien le manifestó que tuviera un poco de paciencia, porque aún no había tenido tiempo. Sin embargo, Orunmilá estando muy impaciente, insistió y pidió a Òsànlá que no le permitiera llegar sólo al Aiyé (mundo material) y que por lo menos le permitiera llevarse una forma de vida que estaba sentada en el lado izquierdo de la entrada del palacio. Òsànlá trató en vano de hacer entender a Orunmilá que sería imposible criar ese niño en la Tierra, aunque después de los muchos ruegos del orishá dueño de la adivinación terminó por acceder.
Òsànlá le explico que no podía llevarse al niño en ese momento, que lo tocara y que se fuera a la Tierra a tener relaciones con su esposa. Luego de esto, nació un niño a los 12 meses y lo llamaron Èsú-Elégbára, cuyo nombre significa “Señor del poder de la transformación”. Desde el momento de nacer Èsú-Elégbára hablaba, caminaba, pero fundamentalmente comía, siendo poseedor de un apetito tan voraz que aparte del alimento que le daban sus padres se comía todo lo que conseguía: animales, plantas, piedras, etc. Comiendo todo lo que estaba a su alcance en la casa y cuando ya no le quedó nada que comer se comió a su propia madre.
Cuando Orunmilá se dió cuenta de lo que sucedía entendió el por qué de las negativas de Òsànlá y trató de dar solución al problema armándose con una espada para matarlo, pero en un descuido Èsú-Elégbára trató de comérselo también a él y aprovechando esto Orunmilá le cortó el cuerpo en doscientos pedazos. Esta acción no detuvo a Èsú-Elégbára, por el contrario cada pedazo se convirtió en un nuevo Èsú, con personalidad propia y diferente a los demás. Seguidamente todos los Èsú-Elégbára creados a partir de la furia de Orunmilá huyeron hacia el Orun (el Más Allá) mientras Orunmilá los perseguía blandiendo la espada.
Al llegar a los confines del Orun y quedar acorralados, los Èsú-Elégbára decidieron hacer un pacto con su padre. El pacto consistió en que Orunmilá los perdonaría y ellos a cambio lo ayudarían con Ifá en el momento en que él los necesitara, esto fue aceptado por el Orishá pero antes deberían devolver a su madre y todo lo que habían comido. Desde ese momento Èsú-Elégbára, con todos sus caminos o manifestaciones, comenzó a trabajar con Orunmilá y todo volvió a la normalidad en la ciudad de Iworo.
29 sept 2009
UN ODU SOBRE EXÚ:
Para obtener una gran fortuna, enviaron a Esú a realizar un Ebó con gallos, un tallo amarrado con cuentas, buzios y otras cosas. Hecho todo conforme a lo indicado, Esú siguió hacia la ciudad de Ijebu. Cuando llegó a dicha ciudad, fué a hospedarse en la casa de una persona importante. La costumbre del lugar era que culaquier persona venida de afuera se hospedase en el palacio del jefe de la comunidad, más aquí sucedió diferente. En vez del palacio, Esú se hospedó en la casa de un importante mercader del lugar.Estando hospedado en el domicilio referido, a altas horas de la noche Esú se levantó bien despacio, fué al jardín como quien va a orinar y de vuelta, prendió un fósforo en las pajas del tejado, provocando un gran incendio que consumió toda la casa.Entonces Esú, haciéndose el inocente, se puso a gritar socorro para que allí fueran pues, decía, habían perdido todo, toda su gran fortuna que estaba guardada en una escultura dentro de la casa incendiada. De hecho, él mismo le había entregado sus haberes al dueño de casa que los guardó allí, en la presencia de muchas personas del lugar.Con todo ese alarido, las cosas se tornaron tan alarmantes que pronto llegaron a oídos del rey del lugar que sin perdida de tiempo, se trasladó al lugar del siniestro. Todos los moradores de la vecindad testimoniaron delante del rey que de hecho, eran de incalculable valor los objetos que Esú trajera para ese territorio.Entonces el rey, sin perdida de tiempo , mandó que se paguase una indemnización a Esú. Mas como en toda la ciudad no había dinero suficiente para pagar la indemnización, propuso que Esú permaneciera de ahora en adelante, como rey de la ciudad, pues no sabía como armonizar las cosas de manera diferente.De aquel día en adelante, permaneció Esu siendo el jefe de la ciudad de Ijebu y todos los habitantes se tornaron siervos suyos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)