Babalú Ayé era muy mujeriego. Andaba continuamente de parranda, todo el mundo le perdió el respeto y la misma Ochún, que era su mujer, lo abandonó. Un Jueves Santo, Orula le advirtió: Hoy domínate y no andes con mujeres. Sin hacer caso del consejo de Orúmbila, esa noche se acostó con una de sus amantes. Al otro día amaneció con el cuerpo todo cubierto de llagas purulentas. La gente huía de él porque le tenía miedo al contagio y sólo lo seguían algunos perros a los que gustaba lamerle las llagas. Por mucho que suplicó, Olofi se negó a perdonarlo y al fin, Babalú Ayé murió. Pero a Ochún le dio lástima, y gracias a sus ardides consiguió que Olofi le devolviera la vida. Ahora Babalú Ayé sabía bien lo mucho que sufren los enfermos y por eso regresó tan caritativo y misericordioso.
Atributos: Un manojo de varetas de palma de corojo o de coco que en su extremo inferior están atadas con una tela de saco. Se le añaden cauris y cuentas, para adornarlos. También telas de saco, y cualquier implemento propio de los impedidos. Igualmente perros, de culquier tipo de material, que sean blancos y con manchas amarillas.
Herramientas: Dos perritos de hierro. Dos muletas y una matraca.
Bailes: Se sube y aparece casi siempre como enfermo, torcido y con las manos engarrotadas. Cojea y se siente tan débil que se cae. Su hablar es fañoso y tiene la nariz llena de mucosidades. Sus movimientos recuerdan los de un enfermo febril. En ocasiones hace como si espantara las moscas y demás insectos que se posan sobre sus llagas. También agita el ajá en el aire, como en un rito de limpieza barriendo todo lo malo. Generalmente, este baile afecta mucho a los posesos quienes suelen querer lamer pústulas o afecciones cutáneas de los espectadores.
Catolización: Babalú Ayé, se Sincretiza con San Lázaro, uno de los más populares en nuestro país. Lázaro era natural de una aldea cerca de Jerusalén y de familia acaudalada. Tenía una hermana mayor llamada Marta, y otra destinada a ser famosa, llamada María. Esta María era propietaria del castillo de Magdalón y por eso era llamada María Magdalena. Jesús era amigo de la casa y gustaba de visitarla. Los evangelios nos cuentan que Lázaro enfermó y murió. Jesús, al enterarse fue a su casa, y aunque llevaba cuatro días muerto, lo resucitó. Lázaro tuvo que abandonar el país y, después de muchas aventuras, llegó hasta Francia, donde se hizo obispo de Marsella, bajo el imperio de Domiciano. Luego fue hecho prisionero y ejecutado, aunque en esta ocasión quedó definitivamente muerto. A Lázaro suele representarsele envuelto en vendas, como acostumbraba hacerse con los cadaveres de los judíos, y esto contribuyo a que su imagen se asociara a la de Babalu Ayé enfermo y harapiento.